viernes, 13 de agosto de 2010

A mi amigo, en quien siempre pienso.

Haz querido transformarte
en mago
en dios
en hechicero
en nicromante
y no te quedan dedos
y no hay más posibilidades-

tus sortilegios se han vuelto sol envejecido
aún antes de decirlos-

Y el por qué
el por qué de no encontrar
aún sigue ahí
guiñándote un ojo
diciéndote en forma seductora:

He aquí la puerta
pero nunca será abierta

Y miras hacia arriba
y el cielo es tan alto
y sabes que el péndulo
seguirá su movimiento
en cualquier punto
donde sea puesto

¡En cuántos, mi amigo, en cuántos más!


martes, 4 de agosto de 2009

Obediente hasta la muerte...

Filipenses 2:6 ha sido un texto base para quienes hablan de la vida misional y contextualizada, esto es, una vida que baje del olimpo para centrarse en el otro y no en sí mismo. Cuando leemos las palabras que Pablo habla sobre Jesús no tenemos más que callar y observar silenciosamente el milagro de la encarnación. Pero, luego de observar la escena, debemos encarnar esa misma actitud en nosotros, la actitud de morir en obediencia ¿Qué significa esto? simplemente lo que en el evangelio Jesús enseña sobre el costo de seguirle en Mateo 16:24, otro clásico:

"Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame".

Lamento el tono teológico, pero no puedo evitarlo.

Shekespeare, en su libro "Julio César" nos da una pequeña chispa de sabiduría:

"Los cobardes mueren muchas veces ante de su muerte, el valiente no saborea la muerte sino una vez"

Sopongo que Shakespeare y Dios están muy cerca en cuanto a su labor creadora (quien no ha leído a William se ha perdido de mucho). Este flah de lucidez lo aplico a la idea de cargar la propia cruz. ¿Qué significa el instrumento de tormento sino muerte, solor y sangre? Pero a la vez redención, justificación y vida?

Quien quiera morir al yo --aspiración no sólo de quienes se hacen llamar cristianos-- debe ser guiado por otro, por alguien superior en todo sentido de la palabra.
Obediente hasta la muerte significa no sólo perder la vida, sino perder la voluntad propia y perseguir la voluntad superior.
Cómo Shakespeare dice a través de la boca de Julio César, los valientes mueren sólo una vez, no es necesario morir muchas veces, eso nos hace cobardes, nos hace retroceder en la labor de perder nuestro yo para encontranos en la casa de la verguenza. Prefiero morir para la vida que vivir para mi muerte
lunes, 20 de abril de 2009

Vacas sagradas

Desde que era un niño, tal vez desde que no tenía conciencia, he desarrollado la habilidad de criar becerros. Digo la verdad de que no recuerdo desde cuándo comencé con esto, supongo que nací con algo en mi interior que me llevó a hacerlo. Pero, ahora que creo haber madurado, no me he podido deshacer de ellos, lo que me ha llevado a crear celdas para que no salgan por ahí "como Pedro por su casa".

A Algunos, los que han crecido más de la cuenta, esos que he tratado de degollar y no he podido, los he puesto en jaulas hechas de metal, así me evito la lata de estar domándolos en cada momento, sobre todo si pienso que con la única herramienta con que cuento es una soga. Ah! Una cosa que se me había olvidado: todos ellos tienen mi marca única, mis iniciales, puesta a fuego en su piel.

Los más débiles los he puesto es jaulas más simples, hechas sólo de madera. Esos, algunas veces, rompen las cercas y salen corriendo por ahí, a plena luz del día, haciendo lo que quieren y dejando sus fecas por todos lados. De todas formas, al pasar el tiempo, he aprendido a arreglar sus prisiones y encerrarlos nuevamente.

Ahora viene una confesión: Cómo los becerros que han crecido más de la cuenta --que a estas alturas se han convertido la mayoría en especies de "vacas sagradas"--  no tienen la posibilidad de salir, una vez llegada la noche, cuando todo está oscuro y no hay nadie alrededor, me preocupo de sacarlos de su encierro para que tomen aire y caminen por donde ellos quieran. Para que nadie se dé cuenta de que han salido, tomo sus fecas con mis manos y las dejo en lugares escondidos, bajo tierra, donde nadie podrá verlas a menos que escarbe muy profundo. Admito que luego de sacarlas es muy complicado volver a encerrarlos nuevamente, pero admito también que, el hecho de verlos caminar libres por el prado, me da una extraña sensación de libertad y culpa, un sorbo difícil de digerir a la mañana siguiente cuando veo que ellos me miran detrás de sus cercas con un rostro de complicidad pues nadie sabe "nuestro negocio"
martes, 2 de diciembre de 2008

Pensamientos navideños

Por más que trato, lo prometo, por más que trato no sé por qué estas fechas me traen tanto pesar. Parece que toda la gente estuviera más cerca tuyo, parece que... y la población de Santiago es mucho mayor a la que se pasea por esta cínica ciudad en invierno. Acepto que cuando es invierno anhelo la llegada del verano y que me siento mal por no sentirme cómodo sólo en primavera y en otoño, y sólo a ciertas temperaturas y en ciertos lugares. Tal vez sea el hecho de ver todo preparado como para el invierno --adornos con estilo nieve, el gordo rojo con una tenida estrafalaria para la época, la música con campañas, etc-- o sólo el ver a la gente cargando bolsas y paquetes mientras sudan más que en un sauna... perdón, spa.

Algunas veces me pregunto ¿Seré yo Señor? porque, a la verdad, pareciera que toda la ciudad sirviera en pos de este espíritu navideño y que sólo a mi no me gustara armar el "árbol de pascua" --no sé de dónde saca la gente que se le debe llamar "de pascua" al igual que al famoso pan-- ni tampoco poner las lucesillas de la estación.

Debo confesar que luego de las cero horas, luego de haber repartido los regalos, me voy por un buen rato a mi pieza para decir: "perdona lo que hacemos en tu nombre" (cuantas veces, y no sólo en esta festividad, he hecho lo mismo). Luego, después de la pequeña charla, voy a ver cómo los niños disfrutan de los regalos recibidos, le pregunto a mi hermano cuantos calcetines le regalaron este año, y yo veo si hay algo que le interesa de lo que me regalaron a mi, y terminamos haciendo el antiguo trueque.

Me encantaría estar más contento en estas fechas, pero el hecho es que me desanima. Ya lo dijo un niño : "¿por qué me hacen regalos a mi si es Jesús quien está de cumpleaños?"Me pregunto lo mismo,

¿Somos tan egoistas que, aún cuando pensamos en Jesús, ideamos una fórmula para salir beneficiados?
lunes, 30 de junio de 2008

Hijo pródigo


Un hombre tenía dos hijos, uno de ellos, el menor, le dijo a su padre: “Papá, dame la parte que me corresponde de lo que tienes” entonces su padre repartió entre él y su hijo mayor la heredad. El hijo menor vendió su parte y se fue lejos a gastar el dinero satisfaciendo sus deseos, pero, como suele suceder, el dinero se acabó y, para peor, el país sufrió de un mal periodo económico. El hambre le obligó a buscar trabajo y la desesperación le hizo aceptar algo en contra de su cultura y de sus tradiciones, cuidar cerdos. El hambre le hacía desear comer lo que aquellos sucios animales comían.

Cierto día el joven comprendió lo tonto que había sido y decidió volver a su padre, donde nunca le había faltado nada. Se dijo: «voy a volver donde mi papá y voy a decir: “papá, me equivoqué, no tomé en cuenta todo lo que me habías enseñado ni todo lo que había visto del amor a Dios en ti, no merezco ser llamado tu hijo, trabajaré como uno de tus empleados”», entonces comenzó a desandar el camino por el cual se había marchado.

El padre del joven, desde el día en que él había dejado su hogar, temprano, cada mañana, cada mediodía, cada atardecer, caminaba hasta el límite de sus tierras y, justo dónde estaba el gran portón de entrada, comenzaba a suspirar mientras miraba el camino por el cual su hijo se había ido. En cada momento se decía: “este será el día”. Después de miles de mañanas, el amanecer trajo consigo a su hijo y el padre corrió hacia él. El joven repetía una y otra vez en su mente las palabras que, premeditadamente, tenía preparadas para su padre. Sus ojos estaban apagados, su rostro se había opacado y su corazón se había secado, sólo la esperanza y un leve susurro que sentía venir desde su antiguo casa, le dio fuerzas para caminar por varias noches hasta llegar donde su padre. Las palabras del hijo fueron perdiendo sentido al fundirse el frío de su cuerpo con el calor del padre. Al parecer, algo alcanzó a decir, pero el padre se ocupo de apagar sus palabras, la fiesta es lo que venía.

Por otro lado, su hermano mayor, oía el rumor del gran acontecimiento. La respuesta de un empleado dio luz al motivo de la algarabía. Su llegada a la estancia, donde su padre y hermano estaban, fue estrepitosa por causa del sonido que dio la puerta al estrellarse con el dintel. “Padre, necesito hablar con usted… a solas”. En una pequeña habitación el hijo mayor pidió las explicaciones correspondientes. El padre dijo palabras sin sentido para él, algo como que su hermano estaba muerto, pero había resucitado. El hijo salió en silencio, su rostro no expresaba nada.

¡Cómo es posible que el hijo mayor haya desviado su mirada de lo importante, de lo esencial, estando en el hogar del padre y que, el hijo menor, en un instante, en un abrazo, conociera su esencia!

¡Cómo es posible que juzguemos a ese hijo mayor cuando el tiempo hace lo mismo en nosotros, nos acostumbramos al hogar del padre sin detenernos a disfrutar de Él, sin parar un momento, cerrar los ojos y respirar el aroma de su hogar!

Somos el hijo menor, somos el hijo mayor… debemos llegar a ser como el padre.

(Texto del hijo pródigo en Lucas 15, BLS, variación mía. Meditación basada en el libro El regreso del hijo pródigo, de Henri J. M. Nouwen)

martes, 26 de febrero de 2008

Sorprendido


Una expresión pura, libre de cualquier prejuicio o de cualquier polvo que queda sobre nosotros al pasar del tiempo. Este rostro representa todo lo que algunos soñamos: lo prístino, lo nuevo, la admiración y el bello temor que produce el darse cuenta de que algo estaba ahí palpitante, escondido bajo capas de sedimentos, listo para ser descubierto. Para este niño, que nunca antes había escuchado en su vida, el atributo de la audición, que a nosotros nos puede parecer tan básico, se transforma en un regalo, un don. Me pregunto cuantos de nosotros hacemos un alto para oir y apreciar la música que en todo momento hay a nuestro alrededor. Me pregunto cuántos de nosotros tomamos el tiempo para apreciar las voces y los sonidos que se mueven en torno nuestro o en torno a los cuales nosotros nos movemos. Si pudieramos oir por primera vez, tal como el niño de la fotografía, encontraríamos la belleza incluso en la disonancia.
martes, 22 de enero de 2008

Lord Banksy




Lord Banksy (el título se lo di yo) es un vándalo, es un muy buen vándalo. Mr. Banksy es uno de los mayores vándalos de Inglaterra y ha hecho del vandalismo un bello arte. Él debería estar encarcelado, porque el vandalismo está penado por la ley, pero todo el mundo lo ama, es el niño mimado de las paredes. Las paredes aman a Mr. Banksy, ellas le agradecen que las haya sacado de la rutina muralística, han llegado al punto de prestarse a su juego y de levantar sus faldas para mostrar lo que hay bajo de ellas y de mostrar lo que hay dentro de ellas. Gracias a Mr. Banksy su capacidad fue llenada aún cuando existía aún el prejuicio de que una pared servía sólo para dividir. El Lord interviene, y lo hace con supremacía stencilística, él es el rey y le debo un par de sonrisas junto con el chock de ver a una niña revisando a un guardia.



El vandalismo llevado al arte, la interversión muralística llevada a una cirugía mayor. Señores, con ustedes... Mr. Banksy.